Usaré como ejemplo algo de lo que viene pasando en el Perú. Una mirada parcial de lo ocurrido en los últimos dos años y medio -desde que asumió la presidencia Pedro Pablo Kuczynski (PPK) en julio del 2016 hasta la actualidad- arroja una impresión desalentadora. Dos “perlas”.
Una, un gobierno inepto y débil que terminó, sin pena ni gloria, con la renuncia de PPK en marzo de este año a los 20 meses de gestión y con el renunciante sometido a investigación por la justicia. Asumió la presidencia el vicepresidente Martín Vizcarra a quien días antes no conocía más del 70% de la población.
Dos, una oposición parlamentaria fujimorista, cerril y destructiva, desde el Congreso que ha socavado al propio legislativo (reduciéndolo a un dígito de apoyo), logrado la desarticulación en picada del propio fujimorismo y su líder en la cárcel, procesada judicialmente por lavado de activos. Parecerían quedar pocos elementos de aliento en ese panorama.